La reencarnación de la dulzaina segoviana

Los Mellizos de Lastras son los discípulos directos del tío Cerillas y el tío Mariano, dos personas memorables que, con gran generosidad, transmitieron a los hermanos sus conocimientos sobre la dulzaina y el tamboril. Su pasión por la música tradicional los ha convertido en un eslabón entre generaciones que ha garantizado la pervivencia de la dulzaina y de ritos asociados a este instrumento, como la danza de paloteo. Óscar y Roberto son el alma de su rincón segoviano, y mucho cuidado con decir que “hay que mantener la dulzaina”. Porque ellos saben que está tan viva como siempre.

Es imposible seguir la trayectoria de los Mellizos de Lastras y no creer, aunque sea por un instante, en el fenómeno de la reencarnación. Nacidos del mismo vientre el 8 de diciembre de 1967, estos dos hermanos vieron la luz separados, aunque casi toda su vida han permanecido unidos, como siameses, por la dulzaina y el tamboril.

En buena medida, atribuyen su afición por la música tradicional a su padre, que no tocaba ningún instrumento pero que los incitó a prestar atención a actuaciones como las que ofrecían en Lastras de Cuéllar el tío Cerillas (dulzaina) y el tío Mariano (tamboril). Recuerdan cómo, desde pequeños, se pegaban a los dos músicos y no se perdían una sola de sus notas, hasta que un día acabaron por sentarse en las rodillas de los dos venerables artistas y aprendieron los secretos de sus instrumentos como ellos lo habían hecho: de oído y sin partitura. Óscar y Roberto, los mellizos, comenzaron a actuar con apenas diez años junto a sus maestros.

Las Edades, el manantial que no cesa

Passio da nombre a la XVI edición de la exposición, que vuelve a la diócesis de Valladolid y se celebra en dos villas, Medina del Campo y Medina de Rioseco, hasta diciembre. Una amplia representación de arte contemporáneo de artistas castellanoleoneses se suma al mensaje de la Pasión de Cristo, que inspira esta edición de Las Edades, en la que participan 149 obras repartidas entre las dos sedes, los templos de Santiago el Mayor y Santiago de los Caballeros.

El diálogo entre la fe y la cultura es una de las señas de identidad más valiosas de Las Edades del Hombre. Pocos acontecimientos culturales han ofrecido una imagen tan positiva de Castilla y León como esta muestra, visitada por diez millones de personas a lo largo de quince exposiciones que han recorrido las diócesis de Castilla y León. Passio regresa a la provincia que las vio nacer, Valladolid, abriendo las puertas de un nuevo ciclo expositivo, que arranca con un denominador común en materia de contenidos, la Pasión de Cristo. Lo hace en dos sedes diferentes: la iglesia de Santiago el Real de Medina del Campo y la iglesia de Santiago de los Caballeros en Medina de Rioseco. La iconografía de la Pasión de Cristo es el hilo conductor de esta nueva propuesta, que reúne 146 piezas, el 87% nunca antes expuestas. Buena parte de ellas proceden de conventos y monasterios, lo que hace más valiosa su contemplación, dada su difícil accesibilidad.

De nuevo, el método didáctico y claro de Las Edades penetra en la sensibilidad de los visitantes, que encuentran en las obras de arte un mensaje de fe vinculado al arte sacro y una vía de acercamiento al conocimiento del arte en su más pura expresión. Quedan abiertas las puertas de la madera que se hace carne, del escultor que traslada en su obra, en el lienzo, en la piedra y en el bronce su concepción del dolor, de la paz y de los gestos, cobrando vida en cada detalle de la ingente iconografía sacra de nuestra región.