Milagros de leyenda. Las reliquias de Santa teresa

En la provincia de Salamanca no abundan, a priori, demasiados hechos milagrosos, aunque tampoco faltan. Pero a pesar de esa escasez de elementos sobrenaturales, en sus tierras se asienta uno de los centros más famosos de España y acaso del mundo donde expiró la santa española por excelencia: Santa Teresa de Jesús, la fundadora de la Orden de las Carmelitas. Aunque nacida en Ávila, la religiosa, mística y escritora falleció un 4 de octubre de 1582 en Alba de Tormes, lugar de culto donde se conserva su cuerpo que, dicen, se mantiene incorrupto, o como matiza el escritor Carlos Pascual, «fresco como el de un niño». No obstante, y sin poner en duda la lozanía del cuerpo de la Santa cuya festividad se celebra el 15 de octubre, conviene recordar que el mismo fue literalmente desguazado y repartido por numerosos lugares de España y hasta Lisboa y Roma, donde se conservan y veneran manos, dedos, pies, brazos y la mandíbula, entresacados de su maltrecho cadáver.

Si nos atenemos a la tradición, los milagros de Teresa de Cepeda comenzaron al poco de llegar a Alba de Tormes allá por 1571.
Según cuenta ella misma en sus numerosos escritos, siendo niña había tenido la visión de un pozo situado en un campo lleno de margaritas, sin que fuera capaz de dar una explicación lógica a este aparente «misterio», que no se resolvió hasta su llegada a la citada localidad salmantina, donde se topó con un paisaje idéntico al que había soñado. Convencida de que el sueño había sido una revelación, acordó fundar un convento alrededor del pozo, interpretando que las margaritas que veía en sueños eran las monjitas que se formarían allí. El lugar, que puede ser visitado por quienes llegan al convento, recibe desde hace años el nombre de «pozo de la visión», está situado a los pies de la iglesia y a tiro de piedra de la celda donde murió la santa, que se conserva tal cual estaba. No es, sin embargo, el único fenómeno sobrenatural protagonizado por Teresa de Jesús.

En las actas de canonización diversos testimonios aseguran que en el momento justo de expirar ocurrieron, ante el asombro de las monjas que la rodeaban, dos milagros seguidos:que de su boca salió una paloma blanca, y que, ¡en pleno otoño!, floreció de manera instantánea uno de los almendros que había en el huerto conventual.